No es fácil crecer en Manila cuando vives en un barrio de chabolas. Pero puede suceder algo que cambia tu destino. Lo dice una chica sonriente, mostrando con orgullo su matrícula escolar. Se llama Rhonalyn, ella ha frecuentado desde que era niña la Escuela de la Paz en el "slum" de Banawe, barracas de madera desalojadas en diversas ocasiones de un sitio a otro para dejar sitio a los rascacielos. La conocieron cuando era muy pequeña los jóvenes de la Comunidad. Después, cuando ha crecido, no la han dejado sola.
No es sólo la historia de Rhonalyn. Para dar un futuro a los niños de la Escuela de la Paz, la Comunidad de Manila ha mobilizado a muchas personas: compañeros de trabajo, familiares, amigos..., pidiendo sostener económicamente a ella y a otros 20 chicos en la matriculación escolar. De esta manera, algunos de esos niños que estudiaban y jugaban juntos y cantaban canciones de paz en un garaje, se han convertido en técnicos informáticos, cocineros diplomados, secretarias de empresa... Ahora ellos también ayudan en la Escuela de la Paz a la próxima generación a soñar un futuro diferente: gracias a la educación, que ofrece muchas más oportunidades, pero sobretodo por la amistad.
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