Mientras gran parte de Italia está bajo la nieve, en Malawi continúa un periodo de fuerte sequía que, junto a una crisis política, corre el riesgo de comprometer el desarrollo que el país ha vivido en los últimos años. De hecho, hace meses que no llueve y las cosechas se están perdiendo.
Las dificultades económicas se suman a las tensiones políticas, y en el país se suceden manifestaciones por las calles y choques, que han llevado al cierre de algunas de las principales universidades, entre ellas, la de Zomba, el mayor centro cultural de Malawi.
La escasez de carburante (la gente hace cola por la noche para obtener un poco de gasolina) y un vertiginoso aumento de los precios de los cereales están provocando un aumento de la pobreza y un incremento de las enfermedades asociadas a la infraalimentación. El problema afecta de manera especial a los niños y a los ancianos.
El ansia de cambio generada por esta crisis ha llevado a muchos jóvenes a manifestarse incluso de manera violenta, mientras que la Comunidad la ha “interpretado” y redirigido a animar a cambiar la sociedad y el país empezando por uno mismo, no de manera resignada y pesimista o esperando siempre algo de Europa, sino arremangándose, trabajando por los más pobres y por una sociedad pacífica.
Una propuesta que encontró una respuesta llena de entusiasmo y de generosidad. Se ha visto durante la Navidad. Precisamente cuando la crisis parecía más fuerte, las Comunidades malawianas han sido capaces de suscitar un amplio movimiento de solidaridad “desde abajo” y organizar 96 comidas de Navidad, en las ciudades y en los pueblos, acogiendo en total a más de 9.000 personas.
"El mundo necesita cambiar –dice Francis Kafumbwe, responsable de la Comunidad de Sant’Egidio en Malawi–, pero no podemos pensar que la ayuda tiene que venir siempre de otro. En África hay una mentalidad según la cual, puesto que somos pobres, pensamos que no podemos hacer nada por los demás. Pero la cultura de Sant'Egidio es otra. Nosotros podemos cambiar el mundo. Podemos hacerlo si empezamos por nosotros, aunque seamos pobres. Es posible convivir, encontrar la manera de dar una casa a los pobres, a los presos, como en una familia. A veces vivimos como detrás de una barrera que nos separa de los demás. Pero en la Comunidad estas fronteras caen y nos sentimos parte de un solo mundo, de una sola familia".
La intervención en vídeo (EN) >
En Malawi Sant’Egidio está presente con un centenar de comunidades dispersas sobre todo en el centro-sur, la parte del país más densamente poblada, en las principales ciudades (Blantyre, Lilongwe, Mzuzu, y Zomba) y en los pueblos, que en un país prevalentemente rural, abundan.
Incluye a varios miles de personas, sobre todo jóvenes (en Malawi la mitad de la población tiene menos de 18 años). Su propuesta de compromiso personal por una sociedad solidaria ha atraído en los últimos meses a cientos de estudiantes de las escuelas superiores que han participado en las comidas de Navidad y han llevado a cabo una campaña de educación en derechos humanos y por la abolición de la pena de muerte (en Malawi hay una moratoria de facto pero el país es retencionista).
Además de las Escuelas de la Paz para los niños de la calle y huérfanos, las comunidades malawianas están especialmente activas en la ayuda a los ancianos abandonados, para quienes son una importante red de protección, y a los prisioneros de 13 cárceles, entre las que está la cárcel de máxima seguridad de Zomba, donde también se hizo una comida de Navidad.
En el país, además, es muy importante la actividad del programa DREAM, que ofrece el tratamiento contra el sida.
Con sus centros para el tratamiento del sida y sus centros nutricionales. El último de ellos, dedicado a Juan Pablo II, acoge cada día a unos 800 niños
- Galería de fotos sobre el servicio de la Comunidad de Sant’Egidio en la cárcel de Chichiri >
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