La catequesis de hoy y la del miércoles que viene están dedicadas a los ancianos, que en el ámbito de la familia son los abuelos y los tíos. Hoy reflexionamos sobre la problemática situación actual de los ancianos, y la próxima vez, es decir, el miércoles que viene, más en positivo, sobre la vocación que hay en esta edad de la vida.
Gracias a los avances de la medicina la vida se ha alargado, pero la sociedad ¡no se ha "alargado" a la vida! El número de ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no están suficientemente organizadas para hacerles un lugar, con el respeto y la consideración concreta que merecen por su fragilidad y para su dignidad. Mientras uno es joven, se le induce a ignorar la vejez, como si fuera una enfermedad que hay que mantener alejada; cuando uno llega a anciano, sobre todo si es pobre, si es un enfermo que está solo, experimenta las lagunas de una sociedad programada en base a la eficiencia, que, por consiguiente, ignora a los ancianos. Pero los ancianos son una riqueza, no hay que ignorarlos.
Benedicto XVI, visitando una casa para ancianos, utilizó palabras claras y proféticas: "La calidad de una sociedad, y diría incluso de una civilización, se juzga también por cómo trata a los ancianos y por el lugar que se les reserva en la vida común" (12 de noviembre de 2012).
Audiencia general del 5 de marzo de 2015 (LEE TODA LA NOTICIA) |