El planeta tiene alimentos para todos, pero parece que falta la voluntad de compartirla con todos. Preparar la mesa para todos, y pedir que haya una mesa para todos. Hagamos todo lo que podamos para que todos tengan que comer, pero también recordar a los poderosos de la tierra que un día Dios los llamará a su juicio, y se manifestará si de verdad han buscado proveer los alimentos para Él en cada persona (cfr. Mt 25,35) y si han actuado para que no se destruya el ambiente, sino para que se pueda producir este alimento.
Y pensando a la mesa de la Eucaristía, no podemos olvidar a nuestros hermanos cristianos que han sido privados por la violencia sea de los alimentos para el cuerpo sea de aquellos para el alma: han sido echados de sus casas y de sus iglesias, tantas veces destruidas. Renuevo, una vez más, el llamamiento a no olvidar estas personas y estas intolerables injusticias.
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