Otra tragedia de la pobreza y de la marginación. Una vergüenza para la ciudad de Roma y para nuestro país. No se puede, no hay que morir así. Como el pequeño Marius en agosto. Como si no hubiéramos aprendido nada. Cuatro niños quemados vivos. Una familia que pasaba ya muchas dificultades, que ha sido desalojada treinta veces en 10 años. Es una tragedia que exige que la ciudad se pare.
Los gitanos en la capital y en Italia tienen una esperanza de vida al nacer inferior a los cincuenta años, aunque no mueran quemados y ahogados todavía siendo niños y son una población formada por jóvenes. Para los gitanos no se sabe hacer lo único que habría que hacer: vivienda digna, vivible y una consiguiente y constante política de inserción escolar.
Hay que parar. Esperamos también que los responsables y la opinión pública cambien su lenguaje. Nunca son los pobres, los que viven al límite y soportando todo, por mil y un motivos, los que son una amenaza para el “decoro”. Lo que es “indecoroso” es la pobreza y la marginación. Hace falta una “remodelación”, pero de las conciencias. Sin un clima de intolerancia difuso es más fácil crear soluciones eficaces y duraderas.
El decoro urbano y el fin de la degradación se afianzan cuando no queda nadie, gitano o no, obligado a vivir y a morir de ese modo. Por desgracia, no es eso lo que vemos desde hace años: actuaciones de “remodelación”, a menudo a instancias de la población, y aplicadas por las fuerzas del orden público a primera hora de la mañana, destruyendo junto con las barracas, los bienes personales, los libros, los cuadernos: panoramas de pequeñas destrucciones y de mundos enteros permanecen para siempre en la mente de los niños gitanos ante la indiferencia de todos, como si no fueran personas.
Se desmontan los campamentos ilegales y otros (incluso los que contaban con servicios y que habían sido pagados por la sociedad, como ha pasado recientemente): pero sin una alternativa mejor, simultánea, para todos, se termina por dispersar por el territorio a las familias y a los grupos gitanos, haciendo más difícil que los niños asistan a clase y dificultando el trabajo de supervisión y presencia de las fuerzas del orden en campamentos ya conocidos. De ese modo renacen los campamentos espontáneos y fragmentos de degradación urbana, barracas, casas de plástico, zonas donde nadie querría vivir y donde se muere con facilidad por el fuego de una estufa o se contraen enfermedades en las vías respiratorias ya desde pequeño.
Pedimos a las administraciones locales y estatales que apliquen una política a largo plazo para encontrar lugares y modos de vida dignos para los gitanos. Pedimos que se ponga en marcha un plan extraordinario y ejemplar –que puede contar con el apoyo de la Unión Europea– para crear un modelo en áreas públicas o de empresas municipales o de personas disponibles. También los gitanos piden poder vivir en una casa.
La Comunidad de Sant’Egidio invita a todos los romanos a una vigilia de oración para recordar a Sebastian, Patrizia, Fernando y Raul, para que este duelo sea el duelo de toda la ciudad y también un signo de acogida para las numerosas familiasa gitanas que no se sienten acogidas en esta ciudad.
Que Roma capital, en el 150 aniversario de la unidad de Italia, encuentre las energías y la inteligencia para acoger a una minoría formada sobre todo por niños.
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