Son días de gran tensión en Costa de Marfil. La prolongación de la crisis política que empezó con las elecciones presidenciales de noviembre de 2010 está generando continuos episodios de violencia entre grupos étnicos y religiosos.
En muchos barrios de la capital económica, Abiyán, se han producido enfrentamientos, que parecen ser el preludio de una verdadera guerra civil entre los partidarios de ambos presidentes, Laurent Gbagbo y Alassane Ouatara, que –ambos convencidos de que vencieron las elecciones- no dan señales de disponibilidad de abrir un diálogo o de llegar a un acuerdo.
Hace algunos días, en el populoso barrio de Koumassi, algunos jóvenes, mayoritariamente musulmanes, amenazaron con prender fuego a la iglesia católica, para vengarse del incendio de una mezquita que se produjo en otra zona de la ciudad.
Pero una delegación de las dos facciones en lucha, junto a los jefes religiosos del barrio (musulmanes y cristianos juntos) se dirigieron a la Comunidad de Sant'Egidio, que hace años que tiene una Escuela de Paz en Koumassi, pidiendo ayuda para evitar más violencia.
En pocas horas se organizó una asamblea en el centro del barrio, junto a la iglesia amenazada. Estaban todos presentes: partidarios de Ouattara, partidarios de Gbagbo, jefes del barrio, responsables del municipio, el párroco, el capellán de los jóvenes, un pastor metodista y cuatro imanes.
La reunión, presidida por Georges Adon, responsable de Sant’Egidio en Costa de Marfil, duró tres horas. No faltaron tensiones, pero al final se llegó a un acuerdo sobre algunos puntos:
- la protección y el respeto de los lugares de culto (iglesias y mezquitas) porque "son el espejo de nuestra conciencia: si son destruidos ya no podremos reflejarnos en ellos, con la consecuencia de que ya no tendremos vergüenza de nada y la violencia no tendrá contención”;
- la renuncia de la violencia como solución de las controversias y la petición de ayuda a la Comunidad de Sant’Egidio para dirimir las que se pudieran presentar;
- la creación de algunos “comités de vigilancia”, formados por todos los componentes civiles y religiosos, para poder detectar rápidamente eventuales episodios de violencia.
Encontrarse y hablar, con la ayuda de la Comunidad, permitió calmar los ánimos.
Personas que vivían juntas desde hacía años, vecinos de casa, colegas del trabajo, encontraron así la fuerza para resistir el peso violento de la propaganda, que incita al odio.
La asamblea se convocará de nuevo los próximos días para analizar la situación y perfeccionar el acuerdo.
Juntos también decidieron “exportar" este método de reconciliación a otros barrios en riesgo y a otras ciudades, para acoger la demanda de paz que exite en el país, a la cual, hasta ahora, los políticos y la comunidad internacional todavía no ha sabido responder.
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